Sabes que el miedo al dentista se puede resolver?

En una de las muchas ocasiones que he tenido que acudir al dentista, se me ocurrió escribir este artículo, sobre todo después de escuchar una y otra vez relatos de miedos o incluso fobias que induce la visita al dentista.

Mi experiencia con estos especialistas la recuerdo desde muy pequeña, dicen que el tema de la buena salud bucal, no sólo depende de la buena higiene, también los factores genéticos son determinantes a la hora de tener una dentadura con mayor o menor riesgo de ser causa de problemas.

Pero el tema que vengo a tratar es uno muy común, el miedo, terror o incluso la repugnancia que a muchas personas les lleva, el sólo hecho de pensar en acudir a un profesional de la dentadura.  Le llaman odontofobia al miedo irracional al señor o señora dentista.

El miedo, a veces o muchas es irracional.  Todas tenemos miedo a algo, la oscuridad, las serpientes, las ratas, espacios estrechos,  las alturas,  la enfermedad,  hablar en público,  la soledad,  volar en avión, al compromiso, etc y cómo no, al dentista.

La ansiedad que provoca una sencilla cita al dentista puede ocasionar trastornos muy severos para muchas personas.

• Sudoración.
• Falta de aire
• Temblores
• Opresión en el pecho
• Lloros
• Fatiga
• Y sobre todo, tensión extrema en el cuerpo

¿Cómo puedes hacer para que esta experiencia no te resulte como si marchases a la guillotina?

Comencemos por tener una práctica diaria, donde la respiración consciente y conquistar un buen estado de relajación, van a ser determinantes.

El Yogaterapeutico nos va a inducir  a estos fines, pero aún más importante vamos a incursionar sobre como superar esta aversión, pincha en el enlace https://yogayvida.com/terapeutico/  y conoce con más detalle de lo que hablo.

Mi experiencia sentada en el sillón de la Odontóloga es casi mística, te comparto detalles.

Soy de esas personas que me gusta vivir sin demasiados aditivos, no quiero que me anestesien antes de saber si  duele o no, por eso, es raro que pida anestesia en el dentista. Lo cual para la profesional que me atiende es rarísimo mi gesto.

Aclaro, no soy masoquista ni nada por el estilo, pero la verdad que no duele que te realicen un empaste, no duele que hurguen entre los dientes, pero sí resulta, incómodo.

Hace poco me extrajeron una muela y ahí si me pusieron la dosis, para insensibilizar la zona.

Sentada en el sillón y con la boca abierta, comienza mi “aventura”, relajo todo el cuerpo, descruzo las piernas y observo como  mi cuerpo se desarticula, lo dejo blandito, mis manos en el abdomen. Contemplo el aire que entra el aire que sale y cada vez la respiración se vuelve más amplia y profunda. Y sin darme cuenta entro en un estado de total Paz. Con los ojos cerrados y centrada en la respiración, una luz verde esmeralda, el color asociado  a la sanación, recorre mi cuerpo, me siento  increíble. Contemplo desde un lugar distinto al habitual, desde lo alto de la montaña, con una perspectiva diferente, estoy serena.

Sigo estando; la dentista hace su trabajo y yo el mío.  Conectada a mí. Visualizo un espacio infinito en mi interior, una especie de océano interno se abre y me sumerjo, permitiéndome bucear en la inmensidad del vasto mar y cuando me doy cuenta vuelvo a otra realidad, una sala inmaculadamente blanca y limpia.

Todo ha terminado, me voy a casa.

Carmen Torres